domingo, 15 de agosto de 2010

Carrito

Escena uno. Subes al carrito.

Él debe decidir entre hoy o mañana si te quedas o te vas de la pega. La tensión te impide compartir el mismo espacio físico. Él entra y tu te paras y te vas de la oficina. Te parece un ser indescifrable. En algún minuto sé lo dijiste, falto poco para que le dijeras poker face.

Escena dos. El carrito se empina.

Aburrida, revisas mails para matar el tiempo. “Aquel” te manda un mail buscándote. Años sin verse. Respondes y le das tu nuevo numero de móvil. Te llama. Quedan de juntarse con otros amigos ese mismo día por la tarde.

Qué importa este reencuentro, en otra época podría haber marcado la pauta del día. Hoy, que esta todo patas para arriba, no influye en nada.

Escena tres. Baja violentamente el carrito.

Nadie habla contigo. El tema laboral no se decide, por tanto, mañana es tu último día.

Escena cuatro. El carrito gira en espirales

Noche. Estamos en el 2do bar que recorremos. Esta “aquel” y 4 personas más. Ya he expresado mi furia por mi decepción laboral y como bolsita de té, se ha ido diluyendo entre 2x1 y 2x1 de happy hour.

Noto que las matemáticas me acompañan. De 5 comensales, quedan 4. Me animo. Y si me lanzará a su cuello?. Sí, es altamente probable.

Bajamos a una pista de baile. La música es malísima. Parece que es tarde y las 2 chicas que quedan usan esto de excusa para irse. Quedamos dos y sabemos hace rato que va a pasar.

Escena cinco. El carrito rompe la ley de gravedad.

-¿Qué hacemos? -Aperrar. -Ok.

Irónica que es la vida… Mi alma, ayayay.

Escena seis. Otro loop en el carrito.

Vuelves a la oficina. Te citan a reunión. Veredicto: estas contratada. Estas contenta pero ahora la cabeza esta resolviendo el problema anterior. Sonríes, cortito.

Escena siete. Frenada.

Sincronizados, los temas y problemas se disuelven. 24hrs. Arriba del carrito. Sin tiempo, corriendo para llegar tarde. Siempre.




Por Paola Gutiérrez

lunes, 19 de julio de 2010

VELOCIDAD



Abres los ojos. Sacas la ropa de cama. Sacas tu cuerpo. Mojas tu cuerpo. Secas tu cuerpo. Abres la puerta de calle. Abres los ojos. Tapas los ojos. Abres la boca. Mojas tu boca. Secas tu boca. Abres los ojos. Abres el corazón. Cierras los ojos. Sacas las ideas. Abres los ojos. Sacas la llave. Abres los ojos. Abres la boca. Abres la boca. Cierras los ojos. Sacas la llave. Abres la puerta. Cierras la puerta. Abres la ropa de cama. Cierras tu cuerpo. Todo tal cual… como siempre. Un poco más estúpida. Pero tal cual… como siempre.


n.

miércoles, 30 de junio de 2010

domingo, 20 de junio de 2010

2 pm.

El genio.

Abro la botella y sé que saldrá el genio.

Me olvidaré de que hoy es Lunes y de que todos mis días son como un Lunes. Me quitará el desgarro de pensar que no te importo. Me sacará de juerga por la noche santiaguina sin pararme de esta mesa. El genio me dibujará una amplia sonrisa en mi rostro amargo.

El genio saldrá de la botella y me concederá estos deseos.

Por eso saco el corcho. Por eso ya no suelto la botella.



Por Paola Gutiérrez.

tema:"MONSTRUO"

martes, 13 de abril de 2010

Cuaderno de monstruos

nº 34: El hombre del pasaje misterioso. Se esconde detrás de unas rejas gruesas, en la unica casa con rejas gruesas del pasaje misterioso. Mis investigaciones me llevan a sospechar que las rejas sirven para contener sus transformaciones. La figura muestra una posible forma en la que se transforma. (Nota: el dibujo es una recreación no confirmada.)

nº35: El niño de los alaridos. Nunca he podido tener una confirmación visual de la forma física de este niño (si es que es un niño) porque sólo lo oigo detrás de altas panderetas, pero por los ruidos que emite he determinado que probablemente
-se alimenta de ratas y pájaros
-se arrastra a menudo por el suelo (piel escamosa?)
-intensifica sus gritos en luna nueva (considerar la posibilidad de un hombre-lobo-inverso)

nº36: Pequeñas manifestaciones monstruísticas en el cuarto de aseo. Signos de una vasta cultura microscópica monstruosa, signos legibles sólo para alguien del tamaño de un sacapuntas (aprox.) Dejo este punto en espera de investigaciones adicionales, con una lupa más potente.

nº37: El bebé oculto. Guagua enigmática que la pareja del 2C lleva tapada en un coche, junto a otro bebé de aspecto normal. En uno de mis seguimientos pude detectar una manito oscurecida (¿con vello dorsal?) que salía de la gruesa tela para recibir un paquetito de manos de su madre. Sonidos gorgeantes y algo como un huesito de pollo que cayó al suelo después. Esta prueba lamentablemente despareció, sustraída por un perro.
Cerró con cuidado el cuaderno de monstruos, lo rodeó con las cintas rituales (roja y blanca) y lo guardó con cuidado en la caja vacía del juego de Monopolio, donde estaba seguro que nadie lo encontraría casualmente. En contraste con lo que decían sus profesores, era muy prolijo y ordenado cuando el asunto lo merecía. Pero realmente, le conocían poco.

Desde el primer piso le llegaron las voces histéricas de los nº1 y nº2, que discutían. Nº1 replicaba poco, con una voz grave y monótona. Repetía mucho una frase. Nº2 elevaba su voz tanto como le era posible, como una cuerda en tensión. Interpretaban este dueto a diario.

Se preguntó cuando llegaría ese día en que inexorablemente se convirtiera en uno de ellos, y si habría alguien ahí para registrarlo en el cuaderno, con su propio número y características.

No es que esto le apenara. Sólo le preocupaba la rigurosidad.

sábado, 3 de abril de 2010

Murió de risa.

El informe indicaba muerte por asfixia, lo cuál, al escucharlo parecía razonable, sin embargo, para quienes vimos cómo Bryan pasó de ser un hombre de tez morena, ojos y pelo negro, un poco pasado de peso (él mismo lo reconocía, no es pelambre), perfil de nariz punta roma y llamativa sonrisa, a un estado, cómo decirlo… azul, como el queso, con la misma forma, textura, olor y densidad.


Fue muy brusco todo. La confirmación de su deceso se volvió, literalmente intragable.

En fin, sólo lo cuento para expiar la culpa y para saber si volveré a almorzar, algo que, hoy por hoy, se volvió mecánico. Siempre mirando el plato, a lo más la formalita beige (que horroroso color) que sirve de mesa en la cocina.


Antes comíamos los cuatro juntos. Siempre tratando de coordinar nuestro horario de colación para pelar el tomate y a la de contabilidad que se juraba mina, o como diría Bryan, se jura “estupótica”, tallas fomes que dan paso a tallas mejores y así hasta terminar dejando el plato a un lado, aduciendo a que la comida esta salada, de ayer o simplemente demasiado caliente (y voh), nunca reconociendo que la conversa esta mejor, tratando de aliñar la vida contando penurias de la vecina del pariente de la señora del aseo. Eso si que es ponerle sabor.


Bryan tenía en la punta de la lengua la talla perfecta para rematar el chiste fome. Para eso Bryan era experto, todo lo transformaba en cosquillas en la garganta y chistosos atoros de comida. Todo indigno, ya que comer y reír, una relación bien piante , donde salen risas con pedazos de comida voladora, disparos de escupos y más de algún gas delirante.


Ese día todos queríamos olvidar que era Lunes, de una semana cabrona, esas donde el monedero esta rajado, los jefes andan constipados, menopáusicos y con dolores de parto alineados con su sentido del humor.

Todos llevamos de almuerzo las sobras del fin de semana y entre nuestros platos no daba ni para menú de orfanato, lo escaso de nuestro panorama convocaba la desgracia de antemano.

Bryan empezó a burlarse de mis papas que parecían siliconas vencidas, después el ataque fue contra la ensalada de repollo y un alabanza a la hinchazón estomacal y así, nadie lo paró con sus tallas fomes. No fue hasta que se metió con la estudiante en practica y su pan con palta que quedo la embarrada. El pan daba lástima, estaba congelado y tieso.


“…Tieso el que no tiene hueso, se lo comió travieso, atravesado como te gusta a ti, no a mi gusta derecho para que me entre bien, a ti que te gusta derecho y sin piel, aprovecha y te comes la ensalada de habas peladas, sin pellejo, al menos, me lo como entero para no dejar pedazo, claro eso es lo que quieres tu…


Resulto ser que la chiquilla nueva le respondió cada talla con otra de calibre mayor hasta desajustar al chistoso.

Nosotros gozábamos con las tallas y nos volvimos hambrientos de ellas, olvidamos nuestros almuerzos y cada cuál tomo partido azuzando a los contrincantes para ver quién vencía al otro.


El golpe maestro surgió de una ensalada de pepinos.

Bryan agarro la fuente con la ensalada y se la acerco a la chiquilla nueva y le dijo: “pucha, que debes andar con pena, un minuto de silencio por el consolador que se nos murió”… las risotadas se expandieron por toda la cocina. La chiquilla no se amilano y dice: “soy generosa y pico pa todos… pico para todos ”.

Bryan aguanto lo que más pudo la risa atascada, pero la chiquilla nueva lo bombardeó con esa talla. Algo en ella la hizo descubrir que Bryan tiraba la talla primero, pero en verdad se reía por dentro, se contenía y toda esas ganas de reír estaban en él como una mina antipersonal aún sin activarse.


Bryan no aguanto más.


La risa se le volvió espuma, carcajadas que subían igual que descontrolada sal de fruta, subiendo por su boca y perdiendo todo pudor. Se atragantaba y volvía a reír y rápido que volvía a subir la espuma y ésta que se escurría por su mentón y Bryan dale de limpiarse con la manga del polerón, lo cuál, más risa nos daba, por su desesperado acto de decencia sin glamour alguno. Bryan respiraba cortado sólo para reírse más (o para disimular que se le devolvían los jugos gástricos), pero parecía mentira como se reía, quizás por años de aguantarse la risa.

Se reía a carcajadas abiertas, intentaba controlarse pero no podía, se reía y corrían lágrimas por sus morenas mejillas , se reía y más se reía. Daba risa su risa y todos reíamos no pudiendo parar.

Alguien le dio un vaso con bebida al Bryan y éste lo tomó, yo lo vi.

Comenzó a aletear con sus brazos y luego se tomaba la garganta. Alguien dijo “miren, le esta dando un ataque de risa” y todo parecía chistosamente real y le pedimos que cortara el leseo pero Bryan se cayo de la silla, era tan absurda la escena que lo creí falso… cómo se iba a caer de la risa.

Bryan reía y se afirmaba el cuello, luego trato de pararse y no pudo. En menos de lo que se escucha “esto es verdad, esta ahogándose de risa” vimos como Bryan dejó de respirar… Su cara estaba radiante, con una sonrisa que conmovía. Debe haber vivido una sensación que lo dejo exhausto.


Extraño a Bryan, todos los días lo extraño.

Supiera cuánto he engordado, será por abulia, será por costumbre, pero ahora me como toda la comida, en silencio, mirando mi plato.



Por Paola Gutiérrez

viernes, 2 de abril de 2010

viernes, 12 de marzo de 2010

Monstruo

El monstruo encarna, simultáneamente, la más grotesca pretensión de realidad y su sino. Rechina la vehemencia del insulso y el resquemor del perezoso. Por ello, el monstruo goza de una inmunidad lamentable: el distanciamiento elipsis suficiente que haga discernible su nombre y su monstruosa calificación. Esta distancia puede ser física (reclusión, aislamiento, destierro) y/o simbólica (irregularidad, anormalidad, exageración). De igual modo, suele expresarse como una discontinuidad desnaturalizada de carácter sensible o moral. Sobre este respecto, la incierta oscilación del juicio puede inducir a errores (monstruos que son tratados como gente y viceversa).

En la medida de que este distanciamiento aumenta, jala la disolución del monstruo hacia el antagonismo. Por este motivo, la irrupción del monstruo en el mundo de las convenciones suele acarrear desde desbarajustes leves (principalmente de carácter ético ó estético) hasta catástrofes con resultado de muerte. Los efectos de esta dialéctica adquieren una interesante reducción en el plano de la fenomenología: la figura del anti-antagonista o héroe. El héroe comparte atributos sobrenaturales del monstruo, pero con un signo moral definitivamente conservador. Sin embargo, de semejante conflicto, la balanza parece inclinarse a favor del monstruo. Claro está que los ejes estéticos y valóricos que concitan la invocación del héroe, tienden a desdibujarse progresivamente bajo la fisonomía de lo monstruoso. De lo anterior pareciera quedar en evidencia que la fusión de ambas realidades se originaría y proyectaría desde el mismo fondo de sentido. Pero en función de una nomenclatura cuyo signo moral crítico puede variar dramáticamente en el plano de las denominaciones. Después de todo, héroe o monstruo corresponden a categorías que no pueden ser medidas ni previstas desde ninguna exterioridad o exención.


Por otro lado, el atractivo del monstruo radica en la provocación: caldo de cultivo para aquellos grupos fuertemente proclives al morbo y al exceso de imaginación. Es a raíz de esta exhortación persistente de lo monstruoso que lo monstruoso mismo pareciera abandonar su propio carácter. Sin embargo, históricamente resultaría ingenuo suponer que por vez primera el monstruo invierte su rendimiento moral o estético, para asumir algún protagonismo inusitado en las maquetas mil veces destruidas de la ciudad de Tokio. O, por ejemplo, portando la proclama partidista de la Freudenabteilung (Joy Division) so pretexto de alguna profilaxis racial.


Redundando: acaso el deterioro de la triste y referida inmunidad del monstruo (su distanciamiento) y su porfiada irrupción en lo cotidiano; la domesticación del mal gusto; la monstruosa necesidad de barbarie y destrucción; o el culto filisteo de lo anormal, nos actualicen en un territorio plagado de monstruos, revolucionarios y chabacanos de toda índole exigiendo con fervor la realización de sus proclamas extravagantes.



Marcel Piro


viernes, 5 de marzo de 2010

monstruo

Ñuñoa, Santiago, febrero de 2010

FEBRERO

Domingo en la mañana, sol que promete ser abusivo… una mini caña de trasnoche.

A: Anoche tuve una pesadilla.

B: ¿Qué soñaste?

A: Algo apocalíptico.

B: ¿Cómo con el fin del mundo?

A: No exactamente. Soñé que piloteaba la tierra, como si fuera una nave o un avión o algo así. La cabina de comando era como una balaustrada blanca y el timón, un joestyc. Me acercaba a la luna, la veía muy de cerca. Como cráteres de dibujo animado. El cielo naranjo.

B: Que heavy…

A: Mmm, sí.

B: Me voy a hacer un té. ¿Quieres uno?

MARZO

Tarde de Sábado. Casa de familia.

C: Pasado mañana entro a clases.

D: (Haciendo un puzle) Mmm.

C: No quiero.

D: ¿Por?

C: No sé. Estoy nervioso.

D: Pero se te pasará mañana, llegarás contento. Vas a ver a tus compañeros, a tus amiguitos.

C: Me quiero quedar acá.

D: Ya, anímate.

C: Me quedan grandes las mangas de la camisa y la cotona del año pasado me queda chica.

ABRIL

Primeros vientos, un silencio de un incienso entero, ya fue el cambio de hora y parece un invierno arrollador, hay oscuridad dentro del cuarto, un pedazo de humo que se está yendo, una ventana a nada, dolor de ojos y cuello incipiente, manos temblorosas, de lana, una gotera, o a lo mejor un reloj dependiendo del gusto, más allá la escalera, la cara de nada, de post, post risa, post vida, post cacha, post miedo, post grito, post llanto, soledad, de pronto una llave en la puerta…

E: (Entrando) Ya…

F: Me lloré un confort.

E: Ya…

F: ¿Segura?

E: Sí. Lo maté. A puro tanax, le di duro.

MAYO:

Mes del mar. Gatos de mierda aúllan y follan desenfrenadamente y no dejan dormir. La guagua está raja durmiendo. La madre termina de hacer las cosas. Se va a acostar.

G: (Radio) Six in the morning or two minutes more. From the north to Llanquihue, all people woke up by a sudden seismic movement. The communications was interrupted abruptly. The first bulletin was from the voice of the Pacific Radio’s journalists. The president must to cancel the traditional celebration’s Message. Además llovió intensamente toda esa jornada en el sur de Chile.

JUNIO:

Un parque, luz de sol poniente, a través de las ramas de los árboles un tumulto de gente. Una banca con un hombre sentado en ella. Una casa roja, de un rojo colonial, una ventana de una insinuación de torre medieval. Adentro ella escribe.

H: (Sobre el papel) Me entero cuando lo veo. Me entero, me completo. Me conozco. Me entero de mí. Me pasó en la playa. Mirando la luz del sol. Era una escena de Village, de las tarjetas de cumpleaños. O de aniversarios. O de disculpas. O de feliz día. El mar. El mar brillante. El hombre ahí, con cara de circunstancia. Haciéndose el que no entendía nada – hasta el día de hoy lo hace. Vestido mal. O más bien de un estilo extraño. Mira el mar, pero hace como que no le afecta o no le importan esas cosas de niñas. O de mujeres viejas. La belleza de la naturaleza o los paseos a la playa o al campo.

I: Hola.

H: Me habla. Me da nervio. En ese minuto me di cuenta que las cosas no eran tan simples como pensaba. Podía concretarse una historia de amor. Pero era a años luz de mis pensamientos. Él siempre tenía cara de que no le importan las cosas.

I: Oye.

H: Me toca. O sea, no tanto. Más bien me toca el hombro con un dedo.

I: ¿Qué haces?

H: ¿Ahora? Miro el mar.

I: Qué haces más tarde.

H: Es una pregunta o una propuesta. Cuando dije eso pensé que había copiado de alguna película eso mismo.

I: Depende

H: Eso también sonaba a copia de una respuesta de una película. La verdad no tenía nada pensado.

I: Yo pensaba salir. A tomar algo. ¿Te tinca?

H: Y salimos. Estuvo fabuloso. Descubrí que tras esa fachada de macho recio se escondía casi un humorista. Esa noche se despidió con una sonrisa y diciendo tímidamente “nos vemos luego”.

I: Nos vemos luego.

H: 17 de Junio. Me acuerdo de Anaïs. Si, es verdad. La culpa me aturde.

JULIO

J: Yo no estuve ahí.

K: ¿Cómo que no? ¿Te vas a hacer el desentendido?

J: No se trata de eso. Tengo hijos, una familia… no sé.

K: Pero igual lo disfrutaste, igual que yo.

J: Pero tu fuiste el de la idea.

K: Puta que eres pendejo.

J: Pero trata de entender.

K: No hay nada que entender. Las cosas son sencillas. Si te quieres bajar del negocio, allá tú. Pero no vengas con mariconadas.

J: Como que mariconadas. Ubícate chuchetumare.

K: Qué hueá te pasa gil culiao.

J: Cómo que gil culiao.

K: Si po ahueonao culiao.

J: ¿Sabi’ que más maricón? ¡Chao!

K: Típico tuyo. Más encima hoy que hace más frío. ¡Ya, ándate conchetumare! Pero déjame la frazada. Ta lloviendo.

AGOSTO

11 de la noche, oscuridad casi total.

L: (Al teléfono) ¿Cómo? Sí, no te preocupes. De verdad. ¿Mañana? Mmm, no sé, me queda pescado y pensaba hacerlo al horno, pero de repente me hago un arroz y listo. Con lo que pille. Claro, igual que siempre. (Pausa) ¿Ah? ¿Por qué? ¿Mucho sol? Qué rico. ¿Alo? ¿Alo? (Corta) Bue… (Silencio total, se corta la luz. Suena una sirena, pero muy a lo lejos, a tientas busca el encendedor, pero se cae. Lo encuentra, lo enciende en penumbra total. Se ve la única luz de su encendedor. No ve nada, pero parece que a ella si la ven. Al menos esa es su sensación. Camina tanteando el suelo, que como es de tablas cruje con cada movimiento. La casa completa comienza a crujir, suena todo. Encuentra una vela. Piensa si es más siniestro llevar la vela consigo o dejarla en un sitio. La deja sobre la mesa del comedor. Pero las sobras del pan duro parecen monstruos contra la pared. Siente que alguien pasa detrás de ella. El teléfono suena una vez. Se acerca, pero deja de sonar. Silencio absoluto. Odia haber escogido la casa antigua porque era antigua y lo antiguo es bello. Odia vivir sola porque la independencia y la hueá. Ahora está envuelta en una película de terror, pero del terror de antaño. De los años sesentas. Suena todo, y cada sonido se amplifica con el silencio. De pronto otra luz de vela, pero afuera, se ve por el ventanal de vidrio texturado de mierda que mantuvo con la compra de la casa. La ventana está semi abierta, pero está semi paralizada por el semi miedo que tiene. Se asoma con ultra parsimonia. Se asoma con calma y respirando pequeño para no ser olida. Justo frente a la ventana un bulto. Parece ser una persona. Se asoma una mano. Que saca una radio con cara de radio ochentera. Yiaaaaaaaaa - piensa. Y la mano pone play a un casette. Que, por supuesto, suena lento.

L: ¿Hola?

M: (Desde el cassette. Guitarra semi yankee…) Cease to resist, giving my goodbye…

SEPTIEMBRE

N: Nunca te dejaré.

O: Dejaste tu polera en la silla.

N: Salgamos. Vamos a las fondas.

O: Ok. Espérame. Me pondré una chaqueta. Están frescas las noches todavía.

N: Ya. Apúrate.

O: Sube el seguro. Ya, gracias. ¿Andas con música?

N: Chucha, se me quedó el panel de la radio adentro.

O: No importa. Total vamos cerca.

N: Puta que hay gente.

O: Si, la cagó.

N: ¿Qué prefieres tú?

O: Mm, no sé. Un vaso de vino tinto.

N: Ya. Traiga un vaso de vino tinto y una chichita.

O: ¿Pediste la botella entera?

N: Sí po.

O: ¿No será mucho?

N: Ay, que le pones color.

O: No, si no es color. Me preocupo. Andai’ manejando.

N: Gracias. Ta super rica. ¿Cómo está tu vino?

O: Está bueno.

N: ¿Te pido otro?

O: Oye pero si todavía me queda.

N: Pero para que te pongas en onda.

O: No, gracias. Está bien así.

N: Ah… ya…

O: ¿Qué?

N: Ya tai hueviando…

O: ¿Por qué?

N: Pa que te haci’ la hueona…

O: Oye para…

N: Ándate sola.

(Silencio)

OCTUBRE:

(Pinpon)

P: La decepción…

Q: La pena…

P: La lágrima…

Q: El moco…

P: La sonrisa…

Q: La burla…

P: El odio…

Q: El insulto…

P: El grito…

Q: El golpe…

P: El moretón…

Q: La marca…

P: El estigma…

Q: La cicatriz…

P: El karma…

Q: Las aspiraciones…

P: La decepción.

NOVIEMBRE:

(Alivio absoluto, ya ha salido el sol. El sol que viene después de las lluvias. Uno lindo. Macanudo. Las hojitas de los árboles se ven más verdes. Hay una gotita de rocío. Todos los planos parecen postales. Unos pastitos verdes. Justo un perrito o perrillo guagua que corre por las praderas…)

R: ¡Oh, un honguito!

S: Sí… que lindo… pero mató a las hormiguitas que habían cerca.

R: No importa, esa es la ley de la vida.

(El agüita del riachuelo, sigue corriendo, es transparente, con leve sonido pedregoso. ¡Que agua tan cristalina! Es un hermoso atardecer)

R: ¿Viste ese murcielaguito?

S: Sí… (Suspiria) Que amor… (Vuelve a suspiriar)

R: Mira, un gatito… ¡Ih! Se comió al murcielaguito…

S: Je, je, je…

R: Mira, cuantos gatitos juntos… Uy, están arrasando con los murcielaguitos…

S: Ji. ji, ji…

R: ¡Que simpático!

(Un volcán. Hermoso, nevado. Una que otra nubecita. Flores en sus faldas. Tréboles de la buena suerte. Un color en el cielo.)

R: ¡Mira! Hay siete casitas en la pradera.

S: Mira los hombrecillos están cantando.

(Una luz maravillosa. Indescriptible para el ojo humano. Un arcoíris. )

R: Que lindos los veinticuatro viejitos sentaditos en sus sillas magníficas…

S: Uy, parece que va a llover…

R: ¡Sí! ¡Una tormenta eléctrica!

S: ¡Qué bonito!

R: ¿Estará muy helado allá abajo?

S: Es lo más probable, parece un lago congelado.

R: ¡Un león!

S: ¡Un becerro!

R: ¡Un hombre!

S: ¡Un águila!

R: Sus alitas, ojos…

S: ¿Qué es eso?

R: Una carta, con siete sellos…

S: Me dio pena…

R: Reza.

DICIEMBRE:

(Interior, noche, Chile)

T: Pone el agua en la tetera porfa.

U: Ya la puse.

T: ¿Y tú vai a tomar té?

U: No. Hace calor.

T: Tengo nostalgia.

U: …

T: Nostalgia de los muertos. Nostalgia de quienes me dejaron aquí. Siempre me sentí abandonada. Pero sabía en cada momento que no podía culpar a nadie. Era solo una sensación. Como que se adhirió a mí la impresión de que todos pasaban de largo. Nunca nadie se quedaba. No quiero sonar egocéntrica, pero tengo pánico. Un pánico de aquellos. Ahora cada partida, cada despedida me suena a abandono. Me da miedo que te vayas a comprar pan en la esquina, me da miedo que vayas comprar cigarros y que no vuelvas.

U: No entiendo.

T: Nada. Da lo mismo. Es una sensación extraña. Como que tácitamente hiciera lazos con las personas. Peco de hueona confiá’…

U: No sé si es un pecado confiar.

T: La mayoría de las veces sí. Hazme un té, ¿si?

ENERO

Z: Desearía nunca haber sentido celos.

17:54 – Febrero - 2010

Nunca verás mi rostro